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-Collage.
-Serie: Correspondencia.
-Artista: Miguel Ángel Aranda.
-Collage de papeles, fotos y cuerda sobre tabla.
-Dimensiones: 30cm x 30cm // 11,8" x 11,8".
-Firmado y certificado.
-Marco incluido.
-Dimensiones marco: 42cm x 42cm // 16,53" x 16,53".
Capítulo quinto.
Basado en hechos reales. Todos los papeles y fotos pertenecían a Carolina Prat y Mateo Tadeo, protagonistas de la historia
Años 1940 a 1997. Pasan los años... Carolina y Mateo no pierden el contacto, siguen escribiéndose asiduamente sin olvidar las felicitaciones y postales de las fechas señaladas. A lo largo de esta historia y después de haber dejado Barcelona, Carolina y Mateo se habrán visto dos o tres veces. En una carta, Carolina le hace saber a Mateo que está preocupada por su salud, que es un hombre un poco descuidado con las tareas del hogar y que al vivir solo, seguro que no se alimentara cómo debiera y que a la larga eso le puede traer problemas. También le dice que no le gusta que frecuente el hipódromo, como ya le ha comentado alguna vez Mateo que le gusta visitar. Carolina le hace una recomendación a su amigo; busca una mujer con la que casarte, que te cuide y forma una familia. Mateo ante esta recomendación le escribe a Carolina: Si tiene que haber una mujer en mi vida, serás tú. Y si tú no te casas con alguien primero, yo no buscaré a otra mujer. Y con esta promesa va pasando la vida y a medida que la edad de nuestros protagonistas avanza, se hacen otra promesa; Si alguno de los dos se encuentra en un estado de salud que pueda perjudicar su vida, escribirá al otro avisándole de esta situación. En las navidades de 1997 Carolina le envía la postal de felicitación, como hace todos los años, pero nunca recibió respuesta.
En el año 2000 me instalo en el número 7 de la calle Cádiz 36. Situado en un barrio por aquel entonces conflictivo, los propietarios son de avanzada edad y la gran mayoría no residen en las viviendas. Estando gran parte de estas en venta, comienzan a llegar nuevos inquilinos. En 2002 se realiza la primera reunión de la comunidad con todos los nuevos propietarios. Mientras esperamos en el bar de uno de los bajos de la finca "El Stiletto" la llegada del resto de vecinos a la reunión, conozco al propietario de la puerta 10. Es un chico joven, me cuenta que ha recibido la vivienda como pago por sus servicios en un bufete de abogados. La vivienda llevaba cerrada desde 1997, cuando falleció la persona que vivía en ella "Mateo" y desde entonces no se había vuelto a abrir. Me dice que él no ha visto la casa y que hoy es el primer día que abrirá la puerta. No le apetece subir a ver la vivienda solo, así que sale el explorador que llevo dentro y le acompaño. Al entrar, la primera sensación es la de suciedad... Paredes empapeladas, un papel clásico, sucio y mohoso por algunas zonas. Toda la casa tiene el tono amarillento de la suciedad de años de falta de limpieza y pintura, que delata los techos que alguna vez fueron blancos. Los cables de la electricidad están trenzados y suspendidos con unos soportes por fuera de las paredes, lo cual me indica que toda la casa está de origen, tal y como se debió de construir en su momento. De ellos cuelga como una pelusa de grasa, suciedad y telarañas. Abrimos las dos primeras ventanas, una da al pasillo y la otra está en la primera habitación. La primera habitación está vacía. En la segunda, una habitación interior, solo hay unas cajas, dos baúles y un violín sin cuerdas. El pasillo nos lleva a un salón interior que da a una habitación, a un hueco donde está la cocina (hay un hornillo con una pequeña bombona de gas) con una ventana que da a una terraza con vistas al interior de la manzana de viviendas. Una puerta desde el salón, nos lleva a un pequeño balcón trasero que tiene una puerta que da a un pequeño baño exterior. En la Habitación que da al salón, una cama antigua de madera, con las colchas echadas a un lado, como cuando uno se despierta y las aparta para salir de ella. Al lado una coqueta de madera, con base de mármol y un espejo. Al otro lado un pequeño armario con ropa. El nuevo propietario me comenta que lo tirará todo y que reformará la vivienda para venderla. Me dice que si quiero algo de lo que veo, me lo puedo llevar. Así que con su ayuda, bajamos a mi casa la coqueta, el espejo y los dos baúles con el violín. Al abrir uno de los baúles vemos que está lleno de cajas que contienen cartas y postales, y algunas carpetas con documentación. Él lo mira y me dice que él lo tirará todo. Así que le digo que también las quiero. Algo que me llamó la atención fue ese baúl, el abrirlo y ver dentro de esa vivienda sucia y caótica, con evidente dejadez, un baúl ocupado por cajas perfectamente ordenadas para aprovechar su espacio junto a otro baúl que contenía unas piedras. Y efectivamente... Ahí estaba el tesoro de una persona, una serie de cajas en las que estaban separadas y ordenadas por fechas postales, cartas y fotos. Una caja para las cartas y postales de los viajes de Carolina, otra para las postales navideñas, otra para las felicitaciones por su santo, otras para las de su cumpleaños, otra para las fotos y otra para la documentación de Ana Berruti. Al revisar tranquilamente el contenido y leer las cartas, me di cuenta de lo que tenía entre manos, setenta años de historia y una relación de amor imposible.
Investigando un poco, hable con los vecinos que más tiempo llevaban en la finca y doy con el teléfono de un antiguo inquilino, me cuenta que se encontró a Mateo en el suelo del rellano de la escalera, lo llevaron al hospital, Mateo llevaba ya un marcapasos y estaba delicado de salud. A los tres días de su ingreso falleció en el hospital.
Y aquí viene la ocurrencia... ¿Qué hacer con las cartas de Carolina? Así que con la dirección del remite de las cartas, llamo a información y con el nombre, apellidos, pregunto por si hay un número de teléfono disponible. La respuesta es; ¡sí! Y con el teléfono en la mano, solo quedaba la llamada. Los nervios y la adrenalina empiezan a hacer efecto... ¿Estará viva Carolina? ¿Por quién preguntar? ¿Cómo explicar esto a algún familiar?... Primer tono... segundo tono... tercer tono... cuarto tono...
- Buenos días, dígame.
Dice una voz suave femenina.
- Buenos días. ¿Son los familiares de Carolina Prat?
Un momento de silencio.
-Yo soy Carolina Prat.
En ese momento se retuerce todo dentro de ti, se te ponen los pelos de punta, es una mezcla entre alegría y temor... ¿Cómo explicarle que tengo todas sus cartas, postales y fotos? Así que me armo de serenidad y empiezo a explicarle todo lo sucedido y cómo he conseguido todas sus cartas. Carolina se mantiene en silencio... y hace una pregunta.
- ¿Había una carta para mí?
Le digo que no lo sé, que no vi nada en la casa, le explico qué Mateo salió de la casa y en el rellano le dio un infarto, que fue algo fortuito y que se lo llevaron al hospital. Le digo que hablaré con el vecino que estuvo con él y le preguntaré.
Carolina me comenta que se lo decía, que tenía que cuidarse, que tenía mal la salud... Y entonces le pregunté...
-¿Qué hacemos con las cartas?
Ella responde tajante. -Quémalas.
Me dejo sin palabras por un momento...
Mi respuesta fue clara.
- No pienso quemarlas, son suyas. Se las daré a usted y si quiere las quema.
Así que en su momento y aprovechando un viaje concretamos una visita. Quedamos en el Café Zúrich de Barcelona. Y allí, sentado, vi entra a Carolina. Una mujer mayor, delgada, alta, bien arreglada y elegante. Hablamos de muchas cosas, tenía una mente muy lúcida y ágil, hablamos de sus viajes, de anécdotas y datos de sus cartas, de su familia y de su vida. De nuevo, pregunto por una carta para ella que esperaba de Mateo. Me explicó que habían llegado a un acuerdo, si alguno de los dos temía por su vida, le escribiría al otro la última carta. Una especie de carta de despedida. También comento que al no recibir respuesta a su postal navideña imaginó lo peor. Hablando sobre ellos, le indiqué que era evidente que Mateo la quería y que por parte de él siempre estuvo dispuesto a estar con ella. Carolina me dijo que era complicado, que vivían en mundos distintos y que aquello no podía ser. También le pregunté por si tenía las cartas que Mateo le escribió. Pero aquí su respuesta fue dubitativa y esquiva... un no, algunas... no sé.
En fin, tuvimos una conversación agradable, compartimos impresiones y recuerdos. Me quede algunas fotos, papeles y cartas y le entregué el resto. Le dije que debía de escribir esta historia. Nos despedimos y seguimos nuestros caminos... La llamé una vez más, para felicitarle esas navidades y desearle buenas fiestas, se alegró.
FIN
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